miércoles

IV.

Sanción aplicada no nos quedaba otra cosa que salir del colegio y dirigirnos a otro lugar. Pero, ¿qué les diría a mis padres? Si la situación no era la mejor ayer que no había ningún problema, si les digo que me habían suspendido por el resto del día, ¿cómo reaccionarían?
-Sé lo que estás pensando, ¿tus padres, acaso?- preguntó con tono de superación. Asentí con la cabeza- No tenés que preocuparte, iremos a... bueno, ya encontraremos un lugar a dónde ir Danielle, ¿no es así?
Asentí con mi cabeza como si fuera un robot. No sabía que responder. Claramente me estaba invitando a pasar el resto del día con él. Todo el día rondando la ciudad solos. Sí, juntos. ¿Y yo no sabía que hacer?
-Podemos ir a mi casa pero... ¡no! ¡ya sé! Tengo un amigo que está sancionado también, sólo que sancionado aproximadamente hace un mes. Te va a agradar, vive muy cerca de aquí. ¿Querés que vayamos?- cuestionó con esa carita de ángel que posee. ¿Cómo decirle que no? Ese fue el comienzo de mi gran debilidad. Sí, soy una persona muy endeble. Una sonrisa de Gerard y todo en mi vida se arreglaba. Pero ya no.
-Sí, lo que digas. Cualquier cosa es mejor que ir a mi casa- afirmé mucho más confiada ya.
-Sólo tenemos que ir por... ¡aquí!- dijo en tono infantil, señalando hacia delante- Sígueme.
Caminamos ambos con las manos en nuestras camperas ya que hacía mucho frío. No podía mantener mis ojos en otro lugar que no fuera el suelo. Estuve pateando piedritas y mirando como rodaban.
Nuestro trayecto se vio interrumpido por un demente que saltó precipitadamente hacia Gerard emitiendo algo así como un gemido.
-¡Te asusté!- dijo luego de emitir una leve risa centelleante. Definitivamente, era un chico muy afortunado porque tenía guantes, aunque recortados en los dedos. Parecía ser un poco más chico que nosotros, tan sólo unos años, tal vez tenía 14 o 15. Sin embargo lucía un piercing en su labio inferior y en su nariz- ¿Quién es ella?- preguntó intentándose poner serio- Perdón por haber interrumpido, pensé que venías sólo Gerard, te dejo continuar, nos vemos- dijo mientras se acercaba para saludar.
-Frank, de hecho... íbamos a visitarte a tu casa. Acabamos de ser sancionados y no sabíamos donde ir. ¿Te parece bien?- contestó en tono compasivo Gerard, parpadeando rápidamente esperando la aprobación de la propuesta.
-¿No te olvidas de algo? –inquirió el joven de los piercings dirigiendo su mirada hacia mí y realizando el mismo gesto que Gerard acababa de realizar. A todo esto, yo me encontraba inmóvil observando como intercambiaban palabras, gestos, guiños. Parecía que se conocían hace mucho tiempo.
- Danielle, este es mi amigo Frank. Frank, ella es Danielle- pronunció rápidamente Gerard.
- Frank, Frank Iero- respondió el afortunado de los guantes extendiéndome su mano para que la estrechara- ¿Les parece que vayamos yendo? Me estoy congelando, el aire está muy frío...
-¡Sí! ¡Sí! Claro, ¡vamos!- exclamó Gerard interrumpiéndolo- ¿Te parece buena idea, Dan?
“Dan”... pronunciado tan suave, salido de sus labios. Ni siquiera tuve que contestar. Creo que mi cara lo dijo todo. Emprendimos un nuevo trayecto, caminando tranquilamente mientras, aún, en mi oído resonaban sus palabras. Frank debería pensar que estaba loca de remate, lo veía en sus expresiones y las miradas que le dirigía a Él. “Dan”. Qué fácil me complacía en esos tiempos. Uno se hace gradualmente ambicioso y de ello nada bueno puede surgir. ¿Acaso nos creemos merecedores de nuestras vidas? ¿Acaso no nos damos cuenta cuando algo es demasiado perfecto para ser cierto, para durar por siempre...?

No hay comentarios:

Publicar un comentario